lunes, 7 de noviembre de 2011

Técnica: Préstamo literario

Taller de Cuentos Breves – Corporación Cultural de Viña del Mar 2011

                                                           Me lo busqué
                                                                                                                     Erika Badani M.

 “Y de esta forma, damos por finalizada la ceremonia de titulación de Ingenieros, promoción 1976“. De inmediato se escucharon fuertes aplausos y vítores del público presente en al auditorio.
Mi mujer, Clara, carecía de paciencia para esperar que pasara la larga fila de nuevos profesionales, y dejando su mantilla olvidada sobre su butaca, atropelló y empujó al  público hasta llegar a fundirse en un solo abrazo con Pedro, nuestro hijo.  ¡Cómo, saltaba, lo miraba, sonreía y volvía a abrazarlo! No me quedó más remedio que presionar su brazo y decirle -  Ya Clarita, deje al niño tranquilo de una vez, ¿No ve que su papá también lo quieren felicitar? Ella dio un paso al lado, sin antes limpiar una mugre inexistente en el rostro de su siempre retoño.
En ese momento, mi  hijo estiró con orgullo su diploma hacia mí, ¿Qué quería decir? ¿Te agradezco papá la educación que me diste? ¿Te hago feliz papá? ¿Acaso era un regalo para mí? No supe cómo ni por qué…sentí un fuerte dolor en el pecho y, según Clarita, me desmayé, fue necesario que despejaran la sala y alguien prestó auxilio. Yo me desperté en la Clínica, dicen que tres meses después.  Y aquí estoy, sin poder hablar ni abrir los ojos, pero sintiendo todo lo que ocurre a mi alrededor. Sé que cuando mi hijo  viene a verme cada quince días, está de libre. Ya no vive aquí. Está haciendo caminos para conectar la capital con la provincia. ¡Qué ironía!
Este ataque, me quitó salud pero me regaló tiempo, demasiado tiempo. Mi cuerpo no sufre. ¡Pero cómo me duele el alma! El movimiento abandonó mi cuerpo pero no mi mente; ahora pienso y pienso. Y a pesar que lo hago con tanta energía, no me basta para expulsar aquello que ahoga y pica dentro de mí. 
Ya llega mi amante esposa, ¿Por qué lloras Clarita? Te he pedido a gritos que ya no vengas a diario a verme. Pero tú sigues golpeando la puerta cada diez de la mañana. ¿Qué quieres, que te diga: “Momento, estoy ocupado”? Lo hago, pero tú entras  y pones la silla verde  muy cerca de mi cama y de mi rostro. Oh, mi mujer encantada, cada día tu respiración y tu piel se ven más cansadas. ¿Por qué sigues aquí, a mi lado?
No puedo resistir más, ¡Estoy castigándote! ¿Qué culpa tienes tú, mi amada? Ninguna Clarita, ninguna. Pero te veo sufriendo día a día. Me tomas la mano y me das tu calor. ¡Qué miserable soy! ¡Soy una rata! No seguiré más con esto. Hoy es jueves  y pasado mañana, vendrá Pedrito.
-Mamá, ¿Le voy a buscar un chocolate caliente?
Oh mi hijo, siempre tan atento con su madre, cuántas veces lo sorprendí mirándola absorto por largos minutos y ella seria, le devolvía una mirada lejana pero amorosa.
Clara, Pedrito, tengo que decirles algo. ¿Será una buena forma de comenzar? ¿Mejor les hablo por separado? Oh, qué calvario. Mejor espero que mi esposa termine su chocolate.
Mi familia querida, ya no doy más, debo ser honesto con ustedes. He sido un cobarde, ¡ No me interrumpan, sólo escúchenme!.  ¿Crees que no sé lo que sucedió aquella noche, mi dulce esposa? Claro que lo sé, yo estaba ya por perder la paciencia y creé la oportunidad para concederme un deseo. Mientras tú, mi bella, escuchabas música de una flauta vieja, sufrías pensando el por qué de mi tristeza y buscabas como aliviarme; yo preparaba todos los sortilegios que me decía un vejete del pueblo vecino. Por eso me retiraba a mi dormitorio fingiendo estar muy cansado y no te permitía que me acompañaras. Claro, para ti era doloroso verme con tal pena e insatisfacción y nunca hubieras puesto tus ojos en el gordinflete de Borja Guzmán. Pero era la única oportunidad, ya tenía determinado que seríamos tres los que volveríamos a la capital.
Cuando por fin, tu vientre se redondeó, fui feliz, querida, mi amor por ti creció, de tal forma que si tu antojo hubiera sido un planeta desconocido, lo habría comprado para ti. ¡Cómo creciste ante mis ojos! Continuaste con tu mirada en alto, caminando con el mismo decoro de una dama bien puesta. Lo único que para ti importaba era hacerme feliz. Y yo me henchía de orgullo.  ¡Egoísta de mí!  Te permití disfrutar de un hijo pero no de la vida.
Y tú, mi hijo adorado, qué lloras y sufres por mi estado. ¿Qué dirías si te digo que te arranqué de tu padre? ¿Qué gozaba viendo como él te tomaba en brazos por sólo un momento, para luego yo, como tu padre, llevarte a nuestro hogar? ¿Qué disfrutaba cuando Clara no permitía que se acercara a ti? ¡Pobre de mí! ¡Cruel y despiadado!  
Fui más despiadado aún, Fíjate que le dejé un retrato de nosotros para que cada vez que lo mirara, yo me sintiera un triunfador a costa de él. Pero ¿sabes? Cuando tenías ya tu mayoría de edad, me encontró y conversamos como conocidos que fuimos. El pobre cargaba un paquete mal envuelto que dejó para ti. No quise dártelo, por ahí lo tiré. Sí mi hijo querido, él recordó que ya eras un hombre. No tuve remordimientos, sólo recuerdo que al despedirse, Borja, me abrazó, puso su mano en mi hombro y mirándome a los ojos, me dijo: - ¡Gracias!
Pero… ¿Por qué se van? Aún no finaliza la hora de visitas.  ¿Adónde van con esa maleta? ¡No me dejen sólo, no ahora no!