jueves, 28 de abril de 2011

¿ QUÉ SERÁ DE TÍ?

Mi trayectoria laboral me ha llevado a conocer a muchas lindas personas, de todos los tamaños, fisonomías, costumbres, habitats, experiencias, etc. con las que siempre la relación fue, recíprocamente, de forma cariñosa y respetuosa,

Es por eso que cuando me instaron a crear un blog, en lo primero que pensé fue en  relatar y compartir lo que han sido vivencias fruto de mi actuar docente.


¿QUE SERA DE TÍ?

Es el título de una bella canción  pero no pienso en ella ahora.

En estos momentos lo recuerdo alto, gordito, firme, de tez blanca, pelo castaño  y muy, muy calladito, tímido.

Llegó cierta día, por la tarde, a su grupo de trabajo, no dijo palabra, ni levantó su vista durante la sesión, vino el recreo y continuó sentado, al invitarlo a salir al patio, él sólo atinó a salir de la sala y caminar hasta el primer pilar en el que pudo apoyarse.

Yo conversaba con mis colegas y como es costumbre en recreos, "escaneábamos el patio con la vista y cortas caminatas", allí lo ví, apoyado, solito, mirando al suelo, y por toda actividad: escudriñaba sus deditos, nunca levantó su mirada, algo había en él que me conmovió y llamó mi atención.

Terminó el recreo, a formarse, y nuevamente este niño obediente, pasivo, que no miraba más que el suelo, y que sobresalía en altura al resto de sus compañeros, estaba allí, sentado en silencio.  Por alguna razón, no pude ver a su mamá cuando lo fue a buscar aquel su primer día.

El segundo día, llegó en silencio y trabajaba de acuerdo a lo que entendía, recibía su hoja de actividades y su material, pero no hacía preguntas, no mostraba sus avances pedagógicos, ni compartía con sus camaradas. El llegaba cada tarde silencioso, y se iba igual. Sólo que esta vez, lo tomé de la mano y esperé así hasta que su mamá llegó. Ella era una mujer delgada, sencilla, calmada, que venía del trabajo a buscarlo, su actitud era cariñosa para con su hijo y evidenciaba un embarazo de algunos meses. Al acogerla en un abrazo, se apreciaba su cuerpo mínimo. Con el tiempo supe que arrendaba una pieza, y que el padre de su segundo hijo la visitaba ocasionalamente pues residía fuera de la ciudad. Esa tarde, al despedirme, logré que su niño me mirara.

Al tercer día, timidamente levantó sus ojos al llegar a la sala y me miró, comenzamos a trabajar en grupos, realizando una actividad de digitopintura, me acerqué para guiarlo, al tener su hoja en frente e introducir su dedo en el pocillo con agua, me miró y exclamó: ¡Oh, qué rico, qué lindo! Este es uno de los momentos que grabé a fuego en mi memoria, me sentí tan satisfecha de aquel logro, mi niño precioso, tímido y callado, había sonreído, hablado y mostraba felicidad en su rostro. Esa tarde nació de a poco un nuevo alumno.

Los días posteriores, él compartía con sus compañeros algunas frases, mantenía la costumbre de sólo observar durante los recreos, pero ya era capaz de alzar su mirada y de vez en cuando, sonreír. Poco a poco fue sintiéndose más a gusto en el grupo, era capaz de repartir  los materiales y se quedaba al final de cada jornada para ayudar a ordenar y subir las sillas.

Pasaban los meses, y así como su madre llegaba cada tarde, también cada tarde su vientre aumentaba; y ante eso, me acerqué un día y le pregunté:- ¿Con quién va a quedar su niño cuando usted se vaya al hospital? Ella me miró y respondió: - "No lo sé, no tengo familia ni amigos". Un dolor profundo y desgarrador me invadió, recordé que a veces, los seres humanos, estamos solos también por fuera.

Por aquel tiempo, yo trabajaba todo el día, vivía sola en la casa materna  a pocas cuadras del colegio y esa tarde, la distancia la fui cubriendo enteramente con la imagen de mi pequeño silente en mi mente. A él le debía la alegría de saber que estaba realizando bien mi trabajo.

Al siguiente día, realicé la jornada como de costumbre, mi alumno se comportó con la naturalidad que le permitía su forma de ser. Al ver a su mamá, caminando ya lento, debido a su avanzado estado de gravidez, le dije:-" Yo quiero cuidar a su hijo cuando usted se vaya al hospital" Ella me miró, sonrió y comenzó a llorar silenciosamente, nos abrazamos, le expliqué cómo, donde y en qué condiciones vivía yo; no sé si para tranquilizarla o para fundamentar mi petición. Me agradeció y dijo que sí, su pequeño sonrió al saberlo.

El día anterior a  que se hospitalizara, llegó al colegio con un bolso y las sencillas pertenencias de su adorado hijo; me agradeció una vez más y se fue. Esa jornada, tuve un ayudante de lujo, mi pequeñín sabía que muy  pronto iría a casa de su tía. Fue así que partimos, caminando hacia la casa y allí comenzó a surgir un nuevo niño...

De pronto, E, comenzó a hablar fuerte y claro, yo estaba impresionada, no podía creer lo que veía y escuchaba. De los labios de mi muchachín, brotaban expresiones tales como:
- "Mira tía, ¿Te gusta ese auto azul? Voy a comprar dos, uno para tí y uno para mi mamá"
- "Tía: Te voy a regalar una flor como esa, y otra para mi mamá."
- "Tía : Esta casa es bonita, una va a ser para tí y otra para mi mamá"

Compartíamos cenas risueñas, veíamos televisión, preparábamos lo necesario para el día siguiente, y de ahí a dormir y temprano por la mañana, comenzar conjuntamente sendas jornadas.

Nuestra rutina, que acompasaba mi horario laboral con sus dos colegios, marchaba a la perfección, ambos cumplíamos con nuestras responsabilidades. Mi lindo niño, se veía diferente, grande, era capaz de manifestar lo que sentía, era un gran conversador, y fue para mí, esos cinco días, una grata compañía.

Siempre lo recuerdo y me pregunto ¿Qué sera de tí? Han pasado cerca de 20 años, eres ya un joven y en algún lado estarás, por lo pronto, te digo que estás en mi corazón.

"MUJER ,TÚ ERES MÍA..."

Si alguna vez escuchaste esta cita, seguramente caes en una de las siguientes posibilidades:

a) Tienes más de 50 años
b) Estuviste enamorada hasta los zapatos
c) Escuchabas música del tipo balada por los años setenta y tantos
d) Todas las anteriores

Todo comenzaba cuando conocías a alguien que rompía la barrera del tiempo y se mantenía a tu lado por más días que los anteriores; por lo que nacía un sentimiento que mostraba que tu corazón cada vez era más pequeño para contener aquel sentimiento profundo y arraigado que llamamos AMOR. Este era el terreno que bastaba para preparar nuestros oídos primeramente, a ese tronar suave, al murmullo delicado, susurrante del tan potente: "MUJER TU ERES MÍA"

Luego de eso, era como ya estar sentenciada en vida, si aquel ser te repetía la cita: "Mujer tú eres mía", no quedaba otra opción y tú , sin querer o queriendo, empezabas a respirar la vida a través de sus pulmones, caminabas con sus pies y mirabas por sus ojos. ¿Se pensaba, alguna vez, en que somos seres particulares, individuales, con proyectos propios? En esa condición, absolutamente No. Se pensaba que encontraste al Hombre de tu vida. El era quien realmente te amaba, pues te quería sólo para él, con el compartirías toda tu vida y serían felices para siempre, siempre, siempre.

Era una sentencia con tanto poder para muchas de nosotras que se aflojaba todo deseo de llevar una música propia, y el ritmo se empezaba a llevar de acuerdo a nuestro director de orquesta. A partir de ahí, no había nada más que seguir el destino que ya estaba trazado para tí, porque TU, ya no eras tú; ahora eras de la propiedad exclusiva y absoluta del otro. Y si mal no recuerdo, una se asumía completamente en esa tarea.

¿Cuántos años costaba poder salir de esa "sentencia"? Cada experiencia es particular.

Con el tiempo, he podido ver,  que quiénes se sintieron propiedad del otro, en su mayor parte, tuvo una mala experiencia o un triste episodio. ¿Qué quedó? La experiencia, el mejor producto de nuestra vida.

Ahora, veo que las mujeres aceptan menos ser del otro;  luchan  y valoran su independencia, lo cual considero muy bueno; ya que esa es una muy buena forma de "SER PAREJA"