miércoles, 25 de mayo de 2011

Siguiendo con paso firme por la senda lírica, hemos creado este tercer poema, para compartirlo con ustedes,

Amante luna mía

 (Claudio Ulloa - Cecilia Segovia - Erika Badani)
Te siento luna llena que nos envuelves
con tu manto frío y extenso
para acurrucarme al calor de mi compañera
en una noche que dura sólo un momento.

El momento junto a ti mi luna y compañera
es eterno, cercano y sin medida
con tu mirada dentro de mis ojos
sobre mí te posas, en plácida armonía.

Tú, luna cómplice de mis batallas lujuriosas
luna culpable de mis desvelos amorosos
propiciadora  de mis amores furtivos y pasionales
iluminaste mis  juegos infantiles, con luces de olvido
para ser uno con muchas, que ante ti han sucumbido.

Luna, que me envuelves, amiga, compañera, amante divina…
la vida me espera, me atrae, por la senda del goce…
y en la noche que haces día para darme compañía.
Te siento compartida, junto a ella, en una sola vida.

jueves, 19 de mayo de 2011

Poema colectivo: He aquí nuestro segundo poema "generacional". Esta vez, lo hemos creado bajo el punto de partida de Claudio, seguido por el aporte de nuestra Profesora Jefa y finalizando con mi aporte. Espero que nuestros cogeneracionales e invitados también disfruten esta nueva forma de expresar nuestra creatividad.

El desierto, contigo…

(Poema colectivo: Claudio Ulloa, Irma Godoy, Erika Badani)

Noche de luna llena, en el desierto con ella,
Sin más compañía que el sosegado aire, y el silencio
!!La Noche extiende su manto estrellado
y los Enamorados se cobijan
bajo el Manto Plateado de su cómplice nocturna
y los juramentos se escuchan en susurro ¡¡¡
!!Y la música del silencio se escucha grandilocuente,
Con las sombras que danzan fantasmagóricamente ¡¡...

Ese encuentro se mantendrá en la luna sempiterno
Envuelto en acompasados y suaves movimientos
Cual sinfonía, que se mece al son del viento
De su calor, arena y sus cuerpos en silencio.

¿Quién trajo el desierto,  a quién,
Que tan dulce cobijo ha sido?
Para dos almas que se han unido
El amor, esa noche, una vez más ha nacido.

No te vayas luna, con tu manto plateado
Que no debes descubrir a tus enamorados
Llévalos más allá, del amplio firmamento
Donde su amor, cálido y mágico, se mantenga eterno…

lunes, 9 de mayo de 2011

¿Alguna vez han deseado sólo estar con ustedes mismos, que nadie les hable, que todo se detenga? ¿Por qué lo hacemos? Quizás simplemente para ordenarnos un poco... este poema lo escribí por allá por al año 1995.

SILENCIO

SILENCIO es todo lo que te pido
Silencio, para estar conmigo
El arrullo de la calma, envuelva mis latidos.
Por tan sólo un momento. Ven aquí, amigo.

SILENCIO, tranquilidad, paz y esplendor
Si me los das, los recibo
Es fruto de tu amor bendecido.

¡Qué gran riqueza en mi interior crece!
Ven, a mí, SILENCIO
Eterno bullicio ausente.

Cuando llegas a mi lado
Me inventas valiente, poderosa,
Creo imágenes, situaciones…
¡Soy capaz de tantas cosas!

Sólo falta tu presencia
Más cercana, más asidua
SILENCIO, es todo lo que pido
SILENCIO, para estar conmigo.

Este poema nació de alguna etapa o momento, en donde sola en tu habitación, miras tu entorno y te sientes insatisfecha, sientes que buscas algo más que lo que ves alrededor tuyo.

¡ALTO!     

Cuando el tiempo es trabajar, producir, cosechar
Cuando tus días son números, cifras y calcular
Y tu atención es sólo invertir en lo material…
¡Detente, respira y mírate!
¿Eso es todo, no hay nada más?

Si cada vez que se habla para aclarar
La conversación termina, hundiéndose en la oscuridad…
¡Detente, respira y mírate!
¿Eso es  todo, no anhelas nada más?

Satisfecho, henchido; está tu andar
Por caminos asfaltados de realidad
Lo que vale, se mide en pesos
Acaso muy adentro… ¿No piensas eso?

Si tan sólo un minuto, pusiera valor a la lealtad
Si tuvieras tiempo para calcular la amistad
Si invirtieras un poquito en delicadeza y atención…
Cosecharías siempre el más preciado don:
“Aquellos que tuviste, te amaron por dos”


domingo, 8 de mayo de 2011

Relato: ECUADOR CUATRO-DIEZ

Sólo un episodio de un capítulo del gran libro de mi vida...



ECUADOR CUATRO DIEZ
Autora: Erika N. Badani M.
Habiendo vivido mi infancia en Los Andes, ciudad ubicada a los pies de nuestra imponente cordillera, el ambiente que me rodeó era de tranquilidad, aire puro, veranos calurosos e inviernos lluviosos y fríos; la nieve se veía como una espuma blanca hecha para jugar.
Desde que recuerdo y hasta la edad de 8 años, viví en una casa ubicada en el barrio Centenario, pero que hasta ahora en la familia, se la nombra como “Ecuador  4-10” cuando queremos hacer alusión a algún hecho ocurrido en esa hogar.
Esta casa blanquecina, estaba construida sobre una altura de tres gradas respecto a la vereda, lo que hacía que desde su interior, miráramos hacia abajo para ver la gente pasar; tenía una fachada con tres ventanas hacia la calle. Entrando, se encontraba una mampara y más adentro una puerta con vidrios y una cortina de encaje que dificultaba un tanto la vista hacia el interior. Luego aparecía un pasillo con baldosas rojas y arabescos negros, que lucían brillantes y hacían perfecta armonía con una mesa de arrimo en fierro forjado; siguiendo por el pasillo, se descendía un escalón y llegábamos al living-comedor, con piso de madera siempre encerado, un gran sillón, una poltrona para la lectura de mi padre junto a una salamandra; desde donde se apreciaba la cocina amplia con muebles en color verde Nilo. Al centro, este salón tenía una puerta de hoja doble que daba al patio, éste era amplio, poseía un pasillo enmarcado con gruesos pilares en cemento que alguna vez albergaron un grueso y firme garfio en donde se amasó y sobó la masa para hacer turrón navideño casero. Estos pilares sujetaban un largo y extenso parrón con uvas del tipo, negra, blanca temprana y blanca tardía, y la uva pastilla, que por rosada y dulce hacía inevitable el no ahogarse o experimentar una gran carraspera que muchas veces daba como producto gruesas lágrimas rodando por las mejillas. Pero que invitaba a degustarla una y otra vez. Acompañando a las vides, ese patio, enorme para mí, tenía duraznos pelados, duraznos priscos, duraznos corchos, naranjas dulces y agrias, las que sólo se utilizaban para hacer remedios, nísperos, limoneros y flores variadas en aromas, colores y formas. 
En ese hogar de infancia, ocurrieron hechos que enriquecieron el volumen de mi “vidateca”. Por ejemplo, recuerdo un gallinero amplio, enrejado con malla de círculos en donde podía haber alrededor de una cincuentena  de gallinas y pollos del tipo broiler, castellano, cogote pelado, etc. las que nos proveían de huevos frescos y cazuelas nogadas inolvidables preparadas por mi madre.  No todo fue alegría con estas aves, no importando si tan sólo eran polluelos, alguna vez amanecieron decaídas, con ojos hinchados y rengueando hasta caer al suelo para no pararse más. Vi a mi padre sufriendo mucho con esto y recogiendo con respeto cada ejemplar como si les pidiera perdón por aquel doloroso fin. Esa enfermedad o peste avícola fue el detonante para que jamás mi buen padre, volviera a criar aves, fue así que el gallinero estuvo vacío y cambió su giro, pues a los meses, fue hogar temporal de una cabra gritona y barbuda con grandes cachos, y un tiempo después,… llegó un mocetón maduro, imponente al que había que respetar en todo el sentido, ni acercarse  ni mirarlo muy seguido… lo llamé Juanito, era de tez café clara con alguna mancha blanca , ojos de párpados entornados y a mi tierna edad, me explicaron que no se me ocurriera disgustarlo pues él era un tanto mal educado y si lograba enojarlo, me lanzaría un gran escupo directo al rostro!
Hace casi un mes, decidí mostrar la casa a mi hijo de 14 años, la encontré cambiada, ahora es de color rosado, y los tres peldaños de la entrada ya no son de tierra roja, sino de un brillante y frío cerámico rojinegro.

lunes, 2 de mayo de 2011

Mar rejuvenecido

Autores: Claudio P. Ulloa
              Orlando Álvarez
              Erika N. Badani

Miro al sur, con corriente y viento en contra
Veo al fondo tu silueta,
Que dibujada por ondas de aire,
Entorna tu cabellera… grácil, fina, altanera.

Escucho a lo lejos tu susurro…
Un llamado quedo, anhelante y cadencioso
Esperando que vuelvas, con algún atardecer
Traído del mar en su vaivén.

El mar y su contorneo, los atardeceres
Las sinuosas olas que la orilla besaron,
Sin tu presencia se quedaron,
Por más que esperaron
Y al aire,…suspiros exhalaron.

El color del cielo y el verde mar,
En tus ojos fueron a anidar,
Para por siempre titilar y…
En ellos verme brillar


Miro al sur, con corriente y viento en contra,
Y tu silueta no se desplaza
Ya no avanzas,… quieta te quedas
En el azul del cielo y el oleaje del mar
Mi alma ya nada espera.